Queremos ser más felices que los demás,
y eso es dificílisimo, porque siempre les imaginamos mucho más felices de lo
que son en realidad.
Aquél que dijo «más vale tener suerte que talento«, conocía la esencia de la vida. La
gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte,
asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control.
Eso de extrañar, la nostalgia y todo es
eso, es un bálsamo. No se extraña un país. Se extraña el barrio en todo caso
pero también lo extrañas si te mudas a 10 cuadras. El que se siente patriota,
el que cree que pertenece a un país es un tarado mental. La patria es un
invento. Qué tengo que ver yo con un Tocumano o con un Salteño. Son tan ajenos
a mi como un Catalán o un Portugués. Estadísticas. Números sin cara. Uno se siente
parte de muy poca gente.
Las tres reglas. Primera: La paradoja.
La vida es un misterio, no pierdas el tiempo deduciéndola. Segunda: Humor. No
pierdas su sentido, sobre todo en ti. Te dará una fuerza colosal. Tercera: Cambio.
No hay nada que perdure.
El dinero no compra la felicidad, pero
si todo lo demás.
Vivir el arte y vivir la vida.
Vivir la realidad y los sueños.
Amarlo todo, besarlo todo, acariciarlo todo, probarlo todo, sentirlo todo,
mirarlo todo, leerlo todo, tratar de comprenderlo todo…
Vivir: he ahí la consigna. Vivir, vivir, vivir, hasta morirla.
Fui a los bosques porque quería vivir
deliberadamente. Enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender
lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo
aquello que no fuera vida. Para no darme cuenta en el momento de morir, que no
había vivido.
Alguien que conocí escribió que abandonamos nuestros sueños por miedo
El hombre moderno vive bajo la ilusión
de saber lo que quiere, cuando en realidad, desea únicamente lo que se supone
(socialmente) ha de desear. Saber lo que uno realmente quiere no es cosa tan
fácil como algunos creen, sino que representa uno de los problemas más
complejos del ser humano.
Nos pasamos la vida soñando con deseos
incumplidos, recordando cicatrices, construyendo artificial y mentirosamente lo
que pudimos haber sido. Constantemente nos estamos frenando, conteniendo. Constantemente
estamos engañando y engañándonos. Cada vez somos menos verdaderos, más
hipócritas; cada vez tenemos más vergüenza de nuestra verdad.
La próxima vez que te enfrentes a una
habitación llena de extraños… deberías pensar que algunos no son más que amigos
a la espera de que los conozcas.
¿Cuántos hay que se dejan morir un poco
cada día, integrándose tan bien en las estructuras de la vida contemporánea que
pierden su vida al perderse de vista a sí mismos?
¿Qué significa estar seguro? ¿Alguien lo
está? ¿Podrías admitir, sin hacer trampas, que realmente estás seguro? Hay
preguntas que es mejor dejar sin responder.
¿Qué cuántos años tengo? ¡Eso! ¿A quién
le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo y hacer lo que quiero y
siento.
Nos envejece más la cobardía que el
tiempo, los años solo arrugan la piel pero el miedo arruga el alma.
Existe siempre la sospecha de que
estamos viviendo en la mentira o el error, de que algo de importancia crucial
se nos ha escapado, perdido o traspapelado. De que algo hemos dejado sin
explorar o intentar, de que alguna posibilidad de felicidad desconocida se nos
ha ido de entre las manos o está a punto de desaparecer para siempre si no
hacemos algo al respecto.
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