Somos ante todo seres sociales.
Por mucho que queramos mantenernos al margen, estamos rodeados de personas, que sienten, piensan y actúan en función de unos valores y creencias muy diferentes o similares a las nuestras.
Por esto, las relaciones con los demás a veces no son sencillas.
Por muy bien que conozcamos al otro, siempre hay algo que nos sorprende, algo que nos desmonta los esquemas que teníamos sobre él.
Ser diferentes es enriquecedor, pero a veces también resulta
confuso.
Depositamos en los demás parte de nosotros mismos esperando
que ellos nos respondan con la misma buena intención que nosotros tenemos, pero muchas de las veces no sucede así.
El amigo nos traiciona y eso nos hace sentir mal. Entonces recurrimos a expresiones como estas, tratando de explicarnos lo sucedido:
Es que hubieron malentendidos
No nos entendíamos
Nunca fue sincero conmigo
Es un hipócrita o sólo piensa en él.
En el fondo de todas estas autoexplicaciones que nos damos existe UN PROBLEMA DE COMUNICACION.
Aprendemos a tener miedo a unas cosas y a otras no, a pensar de una forma determinada, a tener unos gustos, unas preferencias, y también a sentir y expresar nuestros sentimientos.
Hay diferencias de género en el modo en que los hombres y mujeres expresan sus sentimientos, y es que hay distintas pautas de educación ya desde niños.
En general a los niños, se les enseña a reprimir sus emociones. Ej: No llores, eso es cosa de niñas.
Sin embargo, a la niña se le refuerza para que exprese sus emociones. Ej: venga, no llores o pobrecita mía.
Tanto la atención desmesurada como la represión o castigo, son
contraproducentes.
Es muy importante -volcarse- en la comunicación, en el sentido de que también el otro tiene derecho a conocer cómo nos sentimos y participar de nuestras emociones.
Hay que aprender a comunicar sentimientos, ello nos permite establecer un diálogo de verdadera profundidad.
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