miércoles, 25 de mayo de 2022

 

Naturalmente, el amor genera toda clase de inquietudes y reacciones. Cada persona tiene su propio carácter y temperamento, pues el medio en que ha crecido y sus circunstancias son diferentes. No existe una regla universal que se aplique a todos los problemas y personas. Que dos seres humanos deseen relacionarse afectivamente es algo tan personal, que, en principio, ningún tercero debería inmiscuirse. Sin embargo, como predecesor en la vida y como persona que ha podido acumular más años de experiencia, quiero recalcar un punto clave: nunca se aparten ni se desvíen de la órbita fundamental, que es su propio desarrollo como seres humanos.

El amor tiene que ser una fuerza que los ayude a desarrollarse, a expandir su vida y a hacer surgir ese potencial innato que todos poseen, ese hermoso caudal de vitalidad, frescura y dinamismo. Claro que esto sería lo ideal. Como bien reza el dicho: ‘El amor es ciego. Y ya sabemos que cuando uno se enamora, pierde toda objetividad. Si la relación de pareja que entablan causa preocupación a sus padres, los lleva a descuidar los estudios o a tener inclinaciones autodestructivas, ese amor sólo servirá para hacerse daño mutuamente. Cada uno actúa como influencia negativa para el otro, y de esta manera, a la larga, ambos se condenan a la infelicidad.

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