sábado, 24 de noviembre de 2018

Halloween, es una tradición de origen celta con un componente espiritual muy fuerte. No es una festividad originaria de USA como actualmente se cree, ni tampoco tiene ‘trick or treat’ (trato o truco). 
En esa mágica noche
relación con el satanismo ni violencia que se le han atribuido pues la mala información ha logrado desvirtuar esta festividad.
Los antiguos pueblos celtas, llegado el final de Octubre, solían celebrar una gran fiesta para conmemorar ”el final de la cosecha”, bautizada con la palabra gaélica de Samhain. Significa, etimológicamente, ‘el final del verano’. 
Era la fiesta nocturna de bienvenida al Año Nuevo.
La costumbre era dejar comida y dulces fuera de sus casas y encender velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz y el descanso junto al dios Sol, en las Tierras del Verano.
La noche de Samhain en la actualidad se ha convertido en la noche de Halloween.

Ejemplo de ello es la vieja tradición de dejar comida para los muertos, hoy representada en los niños que, disfrazados, van de casa en casa, pidiendo dulces, con la frase  de rituales, la noche de Samhain, se abría la puerta al más alla y los vivos y los muertos tenían la oportunidad de poder comunicarse.
Tras la romanización de los pueblos celtas – con alguna excepción como es el caso de Irlanda- y, a pesar de que la religión de los druidas llegó a desaparecer; el primitivo ‘Samhain’ logró sobrevivir conservando gran parte de su espíritu y algunos de sus ritos. 
Las celebraciones de Samhain han sido practicadas con sinceridad y no marketing desde hace más de 3.000 años por la cultura celta europea. Posteriormente con el cristianismo, esta festividad dió origen a el Día de Todos los Santos, de donde deriva el nombre inglés de Halloween -contracción de la frase “ALL HALLOWS EVE“: víspera de todos los santos- que los irlandeses exportaron a Estados Unidos en el siglo XIX.
El Samhain pagano, el verdadero Halloween, nunca ha sido negativo, ni terrorífico ni satánico ni lleno de excesos y ruido social. Es un tiempo para reafirmar el ciclo de la vida (inicio-fin, invierno-verano, encarnación-desencarnación) y la certeza de que la muerte no es el final de nuestra existencia y ¿por qué no? Para sacar a jugar a nuestro niño interior. 

Namasté.

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